El neocórtex, que evolucionó relativamente hace poco, está ubicado en la superficie del cerebro. Proporcionalmente, este nivel ocupa más espacio en los cerebros de los primates que en el de otras especies animales. La cognición, el almacenamiento de memoria, el procesamiento sensorial, la abstracción, la filosofía, la autorreflexión, todo reside aquí.
Lee un pasaje aterrador en un libro, y el nivel 3 indicará al nivel 2 que sientas miedo, lo que a su vez instruirá al nivel 1 para iniciar el temblor. Mira un anuncio de Oreo, y sentirás el impulso de comerla, ese es el nivel 3 influyendo en los niveles 2 y 1.
Piensa en el hecho de que tus seres queridos (o niños en un campo de refugiados) no vivirán para siempre, o que el árbol de los Na’vi en Avatar fue destruido por esos horribles humanos (aunque — espera, ¡los Na'vi no son reales!), y el nivel 3 se involucrará con los niveles 2 y 1, haciéndote sentir tristeza, con una respuesta de estrés como si estuvieras huyendo de un león.
Esta región evolucionó más tarde y se desarrolló en los mamíferos.
MacLean explicó que este nivel está asociado con las emociones, una especie de invención mamífera. Si presencias algo brutal y horroroso, las estructuras neuronales en este nivel envían una señal al antiguo nivel 1, haciéndote temblar de emoción. Si te rompieron el corazón por un amor no correspondido, las áreas aquí incitan al nivel 1 a desencadenar antojos de comida poco saludable. Si eres un roedor y escuchas a un gato, las neuronas en esta región impulsan al nivel 1 a iniciar una respuesta de estrés.
El componente antiguo del cerebro —su base— está presente en una variedad de especies, desde los humanos hasta los gecos. Este nivel controla las funciones reguladoras automáticas. Si la temperatura corporal baja, esta parte del cerebro responde instruyendo a los músculos a temblar. Si los niveles de glucosa en sangre caen, también se detecta aquí, desencadenando la sensación de hambre. Si una persona sufre una lesión, otro centro neural en este nivel inicia una respuesta de estrés.
¡Atención! Estas NO son capas literales del cerebro.
Comencemos examinando la macro-organización del cerebro. Para esto, utilizaremos un modelo propuesto en los años 60 por el neurocientífico Paul MacLean. Su modelo del "cerebro triuno" describe el cerebro como tres dominios funcionales:
Así que nuestro cerebro está dividido en tres bloques funcionales, con las ventajas y desventajas habituales que conlleva la categorización de cualquier continuo. La mayor desventaja es su excesiva simplificación.
Nivel 1: El componente antiguo del cerebro — su fundamento — presente en varias especies.
Nivel 2: Una región que evolucionó después y se desarrolló en los mamíferos.
Nivel 3: El neocórtex, que evolucionó relativamente hace poco y se encuentra en la superficie del cerebro.
Anatómicamente, hay un solapamiento significativo entre estos tres niveles (por ejemplo, una parte del córtex podría considerarse parte del nivel 2 — más sobre esto más adelante).
El flujo de información y comandos no se mueve solo de arriba hacia abajo, del nivel 3 al 2 y 1. Un ejemplo extraño e interesante que exploraremos en el Capítulo 15: si una persona tiene una bebida fría en la mano (temperatura procesada por el nivel 1), es más probable que perciba a un nuevo conocido que se le acerque como una persona “fría” (nivel 3).
Los aspectos automáticos del comportamiento (en términos simplificados — el dominio del nivel 1), emociones (nivel 2) y pensamiento (nivel 3) son inseparables.
El modelo triuno da la impresión engañosa de que la evolución simplemente apiló un nivel sobre otro, sin cambios en los que ya existían.
A pesar de todos sus defectos — que MacLean él mismo reconoció — este modelo nos servirá como una útil metáfora organizativa.
Cuando se incrementa la carga cognitiva en la corteza prefrontal, los sujetos se vuelven menos inclinados a participar en comportamientos prosociales, como la caridad o ayudar a los demás, y más propensos a mentir.
Cuando la carga se incrementa específicamente a través de tareas que requieren regulación emocional constante, los participantes son luego más propensos a hacer trampas en sus propias dietas.
(Fuente: Inzlicht y Marcora, “The Central Governor Model of Exercise Regulation Teaches Us Precious Little About the Nature of Mental Fatigue and Self-Control Failure,” Frontiers in Psychology 7 (2016).)
El daño a ciertas áreas de la corteza debido a un derrame cerebral puede bloquear la capacidad de hablar; sin embargo, algunos pacientes logran expresar su mundo cerebral del lenguaje a través de vías límbicas emocionales alternativas — pueden cantar lo que quieren decir.
La corteza y el sistema límbico son inseparables porque numerosos fibras neuronales los conectan.
Es importante destacar que estas fibras aseguran una comunicación bidireccional: el sistema límbico “habla” con la corteza, no solo la obedece.
La falsa dicotomía entre pensamiento y sentimiento se expone en la obra clásica El error de Descartes del neurólogo Antonio Damasio de la Universidad del Sur de California.
La fuerza de voluntad no es solo una metáfora, es el trabajo del lóbulo frontal del cerebro, que consume una cantidad tremenda de energía para funcionar.
Su actividad se caracteriza por un nivel de metabolismo extremadamente alto y la activación de genes involucrados en la producción de energía.
El autocontrol es un recurso limitado.
Por eso, las tareas que requieren esta parte del cerebro se vuelven mucho menos efectivas después de algo como una jornada de compras.
La siguiente información fue tomada del libro Behave, del capítulo sobre la oxitocina.
Hubo un estudio que hace que la gente se retuerza debido a cuánto refleja a las parejas humanas estereotipadas. En los monos tamarinos, que también forman vínculos de pareja, la acicalación activa y el contacto físico frecuente eran indicadores de altos niveles de oxitocina en las parejas femeninas. ¿Y qué predecía los altos niveles de oxitocina en los machos? Mucho sexo.
Según Robert Sapolsky en "Behave: The Biology of Humans at Our Best and Worst":
Es un error pensar que entenderlo todo debe llevar al perdón.
El hecho de que podamos explicar un acto horrible de asesinato a través de la neurobiología no debería necesariamente mitigar la sentencia. Un joven comete un acto terrible bajo la influencia de impulsos, y la neuroimagen revela una deficiencia en las neuronas de su corteza prefrontal (CPF). Esto lleva a la tentación dualista de considerar su comportamiento más ‘biológico’ u ‘orgánico’ en un sentido vago que si hubiera cometido el mismo acto con una CPF normal.
Sin embargo, el horrible acto impulsivo de este joven es inequívocamente ‘biológico’, con o sin CPF.